Las primeras informaciones que puedo recoger acerca de You Say Yes y I Say No me confunden, como no podía ser menos. Un tipo ya algo jarreado comenta que los ha visto planificando conciertos y asistencias en un metro sin posibilidades de llevarles hasta el recinto Fòrum. “¿A dónde se dirigen este par?”, se pregunta. Más tarde confirmaré que sí, que han llegado, que andan por aquí, bien cerca. Una curranta de barra ha compartido Línea 4 con ellos en el subsuelo, en una escena por lo menos cómica, en la que todos los frikis que se dirigían al lugar se miraban los unos a los otros con gotas de “madre mía” cayéndoles por la frente.
El siguiente informante es Frodo Bolsón, de Bolsón Cerrado. Lo encontramos medio comatoso a las 2 de la madrugada, ya sin fuerzas. Lo ha dado todo en The Sonics, justo delante de Yes y No, en un concierto que tampoco pasará a la historia. Este par de dos andaba como loco intentando pescar una cerveza al tiburón de la mochila EstrellaDamm a la espalda y luces de neón en la diadema. “¡Menudos careros hijos de puta!”, les oye quejar.
Allí les pierdo la pista. Sólo algunos rumores sobre unos bocadillos tamaño mástil de guitarra y fragmentos de una historia relacionada con Portugal que este observador no consigue reconstruir.
Vuelven a aparecer, aunque de manera incongruente, en dos espacios distintos a la vez. Unos me dicen que langidecen bajo la sugerente voz y los movimientos pseudo-chiquito de la gatuna Cat Power. Otros juran que andan en el mismo momento al otro extremo del recinto viendo a British Sea Power. ¿Personalidades múltiples? ¿Velocidades prodigiosas? ¿Informantes con conciencias alteradas?
Les tiendo una emboscada en The Go! Team y no falla. Apostado en la barra les espero, codo en el metal y actitud distraída. Llegan con sus euros de papel en la mano y sin saber que les observo. “Limón y naranja. Con hielo” pide I Say No. El de la barra alucina. Estos no se ponen de acuerdo ni con los refrescos, pienso. ¿Quién es quién? Hagan sus apuestas. “¿Qué coño hacéis?”, parece que se pregunta el waiter. Yo esta jugada ya me la sé, me sonrío. Efectivamente, con sus refrescos en la mano y la petaca de vodka en el zurrón, estos dos personajísimos se disponen a bailar con los divertidos The Go! Team, como no esperaba menos de ellos. ¡Qué mal canta la china, por Dios!
Se acaba la jornada para nuestros amigos, o eso parece. Un deambular pausado por un par de escenarios más revela el agotamiento. Ninguno de ellos consigue turnupearlos de nuevo. Finalmente, sentados en las gradas de RockDeLuxe, engullendo medio mástil más (pedazo bocadillos que se han traído), deciden que es suficiente por hoy. Los sigo hasta la puerta y allí los dejo, cansados, contentos, con su identidad enmascarada por los necesarios jerséis y con la promesa de que mañana los voy a volver a encontrar.
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